EPECUÉN BAJO EL AGUA
La corrupción en la infraestructura hidráulica.
Por: Camila Fonte y Juana Ibáñez
No fue solo una pérdida material lo de Epecuén. Su encanto y su comunidad, se habían esfumado, como si nunca hubiera existido. Nuestras vidas quedaron marcadas para siempre, un antes y un después en nuestras historias.
La adaptación a esta nueva realidad fue un tormento. La sensación de pérdida y desplazamiento los envolvía como una sombra oscura. Dejando atrás no solo un hogar, sino un modo de vida, una identidad, y eso era lo más difícil de recuperar.
En un dramático giro de los acontecimientos que dejó a la Argentina atónita, el pueblo de Epecuén fue víctima de una inundación catastrófica que sumió a sus calles en las aguas de la laguna. El sufrimiento de esta comunidad desgarrada por la desgracia natural, abrió una ventana a la oscuridad que rodea la gestión de la Dirección Hidráulica de la Provincia de Buenos Aires. Mientras los habitantes de Epecuén luchaban por salvar sus hogares y vidas, surge la inquietante pregunta: ¿Dónde fueron a parar los fondos destinados a proteger a esta ciudad de la furia de las aguas? Las promesas de diques y sistemas de drenaje se evaporaron tan rápido como las esperanzas de los afectados.
Epecuén: un destino turístico único
En el sudoeste de la provincia cuatro lagunas ofrecen, con su diversidad natural, vastas experiencias a sus visitantes. Estas lagunas son denominadas "Lagunas Encadenadas" y cuentan con una propuesta turística con historia. Epecuén era un pueblo de la provincia de Buenos Aires, famoso por su laguna de aguas curativas y por ser el destino predilecto de los turistas que buscaban un fin de semana de relax. En una época donde el ferrocarril se volvía tendencia en Argentina, la laguna se volvió una de sus paradas más frecuentadas en temporadas de verano.
Lo que lo hace destacar es su historia particular y trágica, ya que en 1985, cuando el lago creció a niveles inusuales debido a fuertes lluvias y una serie de eventos climáticos, el dique que lo contenía cedió, inundando el pueblo de Epecuén.
Durante casi 30 años, la villa permaneció bajo el agua, y las construcciones y calles quedaron sumergidas y deterioradas. Lo que en algún momento, tantos años atrás, se llenaba de vida y alegría, se volvió no más que un pueblo fantasma. En la década de 2010, el nivel del agua comenzó a descender gradualmente, revelando los restos del antiguo pueblo. Este proceso atrajo la atención de turistas y fotógrafos, y algunas personas comenzaron a regresar a Epecuén para visitar lo que quedaba de la localidad. Sus aguas se mantuvieron curativas y, junto a la historia reflejada en las ruinas, Epecuén mantuvo su atracción turística.
Pero, ¿Por qué se inundó Epecuén?
Si bien la respuesta parece simple, no lo es. No es erróneo argumentar que esa década sufrió fuertes lluvias que complicaron la acción municipal, pero no fueron el único factor. Epecuén se inundó principalmente debido a una combinación de factores naturales y humanos.
En primer lugar, los primeros habitantes se asentaron en una época de sequías, lo que llevó a que Villa Epecuén se construya en los límites de una laguna que todavía no había sufrido fuertes lluvias, y mucho menos inundaciones. A medida que subió el nivel del agua, el pueblo se encontró en mayor riesgo.
Décadas antes de la inundación se construyó un dique para regular los niveles del agua. Sin embargo, el dique no estaba en las mejores condiciones y no fue suficiente para contener las crecidas del lago causadas por las lluvias incesantes y la presión del agua finalmente lo debilitó.
Se argumenta que la falta de mantenimiento adecuado a lo largo de los años contribuyó a su colapso. La falta de inversiones y esfuerzos de mantenimiento por parte de las autoridades locales lo habría debilitado aún más. En una entrevista llevada a cabo en 2005, Roberto Laspiur, en su momento presidente de la Comisión Fuerzas Vivas de Carhué menciona "...acá hubo inacción, una culpa grande que tiene la Provincia de Buenos Aires a través de la Dirección de Hidráulica que eran quienes manejaban toda la parte de las inundaciones, los técnicos tenían que determinar con exactitud que se iba a inundar". Se ha criticado a las autoridades locales y provinciales por no tomar medidas preventivas adecuadas a medida que el nivel del lago aumentaba, la falta de planificación y respuesta efectiva durante la crecida del lago agravó la situación.
La combinación de estas circunstancias llevó al colapso del dique que retenía las aguas del lago Epecuén en noviembre de 1985. Como resultado, el agua inundó rápidamente el pueblo de Epecuén, sumergiendo las calles, negocios y hogares bajo el lago. A partir de ese momento, el pueblo quedó abandonado y bajo el agua durante casi tres décadas. En una entrevista con Canal 13 (1992) Carlos Turrión, dueño de un Camping en Epecuén, cuenta su experiencia tras la inundación de la villa, "Algunos pensábamos que no iba a ser tan grave… En mi caso, te digo que el agua estaba a unos 100 metros de mi lugar, en una zona más elevada, y me aseguraron que no iba a llegar. Sin embargo, en el transcurso de 30 días, mi refugio empezó a inundarse, y en otros 30 días más, el agua ya estaba a solo 2 metros de altura. Intenté rescatar algunas cosas al principio, pero luego decidí dejarlo todo atrás. Dejé los muebles, pero conservé las ventanas, porque tenían un valor emocional. A veces, es difícil de entender para otros lo que significa perderlo todo y el esfuerzo que conlleva, pero así es como fue. Llevé a los seis muchachos que trabajaban conmigo para intentar salvar lo que se pudiera. Sacamos los marcos de las ventanas con la esperanza de empezar de nuevo. Cuando empezamos a recuperar algo, me dije a mí mismo: "¿Sabes qué, muchacho? Vamos a ayudar a otros que también perdieron sus hogares allá". Mi casa no se rompió, porque había algo más que solo paredes, había vida, y eso, yo nunca perdí la esperanza." Carlos, al igual que todo el pueblo, perdió todo, dejando sólo huellas de lo que se había vivido.
Un terraplén para tapar un problema mayor.
Las autoridades municipales de ese momento confiaron ciegamente en la empresa hidráulica encargada de realizar las obras. "Hidráulica nos decía que no se iba a inundar" menciona David A. Hirtz en la entrevista llevada a cabo para la investigación.
Se entiende que la provincia comprendía lo que estaba ocurriendo desde un primer instante, así todo decidió tapar el problema con una solución a corto plazo que fue el terraplén. "No hicieron nada, se limitaron a movimientos de tierra, si se llenaba esta laguna le echaban tierra alrededor para que no se fuera a la otra laguna. En el caso nuestro estuvieron 10 años haciendo terraplenes del agua que ya venía de las sierras, y a los 10 años dijeron un día "no bueno, esto no va más" y terminó con la Villa" comenta en una entrevista Julio Fernandez Badié, Director de Turismo de Epecuén en 1985.
Durante las reuniones con los expertos de hidráulica, se confiaba plenamente en las capacidades de los profesionales para abordar la inundación, donde discutían todo tipo de detalles técnicos, desde la cantidad de piedras que se utilizarían hasta cómo lidiar con los cambios climáticos.
Los expertos tenían una opinión optimista, como fue mencionado previamente, y eso generó cierta credibilidad y esperanza, depositando mucha confianza. Dado el contexto de Argentina, se asume que los técnicos de hidráulica llevaban lazos con el ámbito militar, y fue en ese periodo en el que se diseñaron las obras que luego quedaron inconclusas. A su vez, un factor fundamental fue el cambio de gobierno. El periodista y político David A. Hirtz, insinúa que el gobierno provincial y municipal confiaron excesivamente en las palabras de la empresa hidráulica que en las reuniones privadas les aseguraba tanto al intendente como a los ministros, que Epecuén no se iba a inundar.
La obra inicialmente surge a partir de las obras iniciadas en el canal Ameghino, canal que fue construido en la década de 1970, con el fin de acabar con la sequía en la región; se crearía un canal con el fin de llevar agua a las encadenadas. Pero indudablemente esto alteró el equilibrio natural y para cuando la obra se inauguró, las lluvias se habían normalizado, y el canal comenzó a aportar una cantidad significativa de agua a las lagunas. En lugar de desconectar el canal cuando quedó claro que la situación era insostenible, se gastaron recursos en elevar terraplenes y carreteras para contener el aumento del nivel del agua. Esta falta de acción preventiva y la falta de desconexión del canal fueron factores clave en la tragedia, dado que como ya fue mencionado, Epecuén era la última laguna de las encadenadas, acumulando toda su agua ahí.
Por un tiempo se mantuvieron las lagunas con diques y terraplenes, los mismos que la Dirección de Hidráulica aseguraba que no iba a colapsar. Una conjetura fácil de deducir podría ser la priorización del turismo o incluso la promoción de este, sin embargo, es una hipótesis que se negó rotundamente por especialistas en el caso, afirmando que el turismo en Epecuén en el momento de la catástrofe había decaído significativamente y que no era prioridad de nadie.
Por otro lado, se conversó con otros residentes y víctimas de la tragedia, quienes aseguran que fue la falta de acciones gubernamentales lo que llevó a los residentes de Carhué y Epecuén a manifestarse y quejarse ante la provincia en busca de justicia. Una vez que la provincia decidió escuchar sus manifestaciones ya era demasiado tarde, "fue tal el malestar de los vecinos, que incluso ante la llegada de un micro de la municipalidad respondieron tirando piedras", recordó el agrimensor, Fabio Robilotte, en nuestra entrevista. Armendáriz llegaba 90 días tarde a la Villa, generando un gran revuelo e indignación por parte de sus habitantes, quienes para el momento que llegó se encontraban sin hogares y completamente desesperanzados. No solamente la Provincia tapó los problemas con promesas, sino que al momento de presentarse con una solución, le dieron la espalda al pueblo entero.
Secuelas de la tragedia: Desigualdades en la búsqueda de justicia
"En las Lagunas Encadenadas los casos más comunes se refieren a las demandas judiciales de los hoteleros de Epecuén y de los productores agropecuarios afectados por el mal manejo de las aguas. A marzo de 1995 existían 350 juicios contra la provincia referidos a las inundaciones de 1985 y 1987 por la responsabilidad política en el desborde de las aguas., analiza la revista semestral Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (Desastres y Sociedad, 1995). Y los juicios siguieron creciendo en números con el pasar de los años, en busca de soluciones, de recuperar lo irrecuperable.
La tragedia que asoló Epecuén no solo dejó devastación física, sino también cicatrices profundas en la comunidad. La falta de medidas preventivas y la respuesta tardía del gobierno provincial tuvieron un impacto duradero en la vida de los habitantes que se vieron afectados por la inundación. A medida que las aguas retrocedían y los sobrevivientes regresaban a lo que quedaba de sus hogares, se encontraron con un panorama desolador y una lucha por la justicia que aún continúa.
Observamos en el DECRETO 9320/86 del gobernador de buenos aires referido a la situación creada en la Villa Epecuén, Partido de Adolfo Alsina como consecuencia de las inundaciones producidas en 1985, menciona la creación de una Comisión Especial encargada de evaluar la situación en Villa Epecuén, que incluye aspectos técnicos, jurídicos y económicos, con el objetivo de proporcionar soluciones a los habitantes de la localidad afectada por las inundaciones. En el mismo se entiende que debido a la duración de la inundación, la recuperación de bienes materiales por parte de los habitantes es imposible, y se enfatiza la necesidad de solidaridad por parte del Estado Provincial hacia los afectados. El decreto establece las pautas para calcular las indemnizaciones a los propietarios de bienes afectados por la inundación, que incluyen una evaluación del valor antes de la inundación y el valor remanente después de la misma, además se indica que el pago de indemnizaciones se realizará de acuerdo a diferentes plazos, con un pago de contado para viviendas unifamiliares exclusivas y pagos anuales en cuotas para las demás indemnizaciones, y se ordena el registro, la comunicación, la publicación en el Boletín Oficial y la remisión a la Fiscalía de Estado para su cumplimiento.
Es evidente que algunas familias tuvieron los recursos y el apoyo necesario para resistir y continuar con los juicios contra la provincia, buscando obtener una compensación adecuada por los daños sufridos. Sin embargo, esta capacidad de espera y perseverancia no fue compartida por todos los habitantes de la zona. Muchas familias tuvieron que enfrentar la difícil decisión de aceptar las indemnizaciones ofrecidas por el gobierno en un momento de desesperación, cuando la economía del país se veía afectada por la hiperinflación. Una de sus víctimas menciona, "Nunca pudimos cobrar nada porque firmamos el avenimiento expropiatorio. Cuando cobramos no compramos ni un terreno, ni la mitad de un terreno". Se aceptaban sumas menores, con tal de salir adelante y poder tener un techo y el pan sobre la mesa.
Asimismo, uno de los fallos analizados, los demandantes, propietarios del "Hotel Victoria" en Villa Epecuén, buscaban una indemnización por la inundación de su propiedad, pero la Corte Suprema sostuvo que la expropiación inversa requería una declaración de utilidad pública y que la fecha de desposesión era la correcta. También se mencionó la opción de presentar una demanda por daños y perjuicios en lugar de expropiación. La queja fue desestimada en parte por la falta de relación directa con la resolución impugnada.
El gobierno nuevamente se limpió las manos, y así sucedió con muchos otros. La lucha siguió, y mientras muchos lograron conseguir una compensación por los daños, la mayoría se encontraron aceptando sumas mucho menores que no alcanzaban siquiera para un terreno,
David A. Hirtz explica que "...algunas familias lograron esperar y luchar en los tribunales para obtener indemnizaciones más justas, mientras que otras se vieron obligadas a aceptar sumas significativamente menores debido a las difíciles circunstancias económicas del momento."
Como fue mencionado hubo pocas familias con la capacidad de resistir y perseverar en la búsqueda de compensación. Las mencionadas lograron mantener sus demandas legales en curso, luchando por indemnizaciones adecuadas que reflejaran el alcance de sus pérdidas, y que incluso terminaron siendo números mayores a lo esperado. Pero eso tomó años, y mucho apoyo de familiares y amigos para salir adelante, un apoyo que lamentablemente fueron pocos quienes lo obtuvieron, permitiéndoles así seguir adelante con el juicio.
Sin embargo, esta tenacidad y recursos no estuvieron al alcance de todos los afectados. La disparidad en las indemnizaciones ha dejado profundas divisiones en la comunidad de Epecuén. Mientras algunas familias pudieron esperar y seguir adelante con sus demandas legales, otras se vieron forzadas a aceptar sumas significativamente menores. Esta diferencia en la compensación se debió en gran parte a las difíciles circunstancias económicas del momento, que se vieron agravadas por la hiperinflación que afectaba a todo el país.
El resultado fue una comunidad fracturada, donde algunos habitantes se sintieron abandonados por el sistema legal y gubernamental, mientras que otros lograron obtener cierta justicia. Esta situación no sólo agravó el trauma inicial de la inundación, sino que también profundizó las divisiones en Epecuén. En lugar de sanar y reconstruir juntos, la comunidad quedó marcada por desigualdades económicas y legales que persisten hasta el día de hoy.
El caso de Epecuén es un recordatorio de la importancia de la planificación, la inversión en infraestructura y la acción preventiva para proteger a las comunidades vulnerables frente a desastres naturales. También pone de manifiesto la necesidad de un sistema de indemnización más equitativo y justo para aquellos que enfrentan la devastación de tales eventos. Mientras Epecuén lucha por sanar sus heridas y encontrar la justicia que muchos creen que se les ha negado, su historia trágica sigue siendo un recordatorio de los peligros que enfrentan las comunidades en un mundo donde el cambio climático y los eventos naturales extremos son una creciente amenaza.